"Incertidumbre"


La primera semana de adviento y con el la incertidumbre de saber que nos espera para la llegada que aquello que llamamos Navidad. Y aunque si bien ya sabemos a quien esperamos, esa sensación se convierte en una compañera inseparable durante este tiempo. Y que, además, trae consigo un cúmulo de emociones encontradas que nos hacen replantearnos la forma en la que nos preparamos para esa llegada.


El calendario avanza inexorablemente hacia el 25 de diciembre, pero el tiempo parece volverse elástico en estas fechas y cada día se siente como un regalo envuelto en papel de la incertidumbre; un regalo que solo se abrirá cuando llegue el momento adecuado.

Como si nos convirtiésemos en niños llenos de expectación por saber con quienes voy a jugar esa noche o si debajo del árbol voy a encontrar eso que dibuje en la cartita. Donde la espera se convierte en una danza entre la impaciencia y la esperanza; entre la certeza de que algo especial está por venir y la intriga de lo desconocido. Pero que a pesar de esas sensaciones que nos rodean, no perdemos nuestra inocencia y capacidad de asombro porque cada día que pasa es un recordatorio de que, aunque el mañana sea un misterio, la magia de la Navidad persiste en el presente.


Efectivamente cuando crecemos esas dudas siguen apareciendo, sobre quién se sentará a la mesa en la cena navideña, e incluso sobre cómo se desplegarán las costumbres familiares en este año en particular. Cada hogar es una historia que anticipa la celebración de una Navidad que se teje con hilos de tradiciones y se unen en un abrazo cálido cuando la familia comienza a reunirse la noche del 24.


Todo se resume en la espera, a aquello que sigue siendo una incertidumbre. Pero que dicha sensación se vuelve cada vez mas amena cuando nos acordamos del verdadero significado de la Navidad: Un llamado a la contemplación, la gratitud y la adoración, recordando también la humildad que se encuentra en aquel pesebre donde va a nacer ese niño. Que no radica en la certeza de lo que vendrá, sino en la capacidad de apreciar y disfrutar el presente. Porque es ahí donde caemos en la cuenta de que toda esa preparación es nada mas y nada menos que para el nacimiento de Él.


Así, en el comienzo del Adviento, encendemos la primera vela con los corazones llenos de expectación. Como un adorno que decora el ambiente del hogar, cada uno único y valioso. En donde cada parpadeo de la llama encontramos la respuesta de una incertidumbre que se transforma en la espera en un camino iluminado por la fe. Que este Adviento sea un tiempo de reflexión, de renovación y de conexión con el misterio que nos guía hacia la luz eterna.


Por: Paz Meana